Virno anuncia su propósito desde el comienzo: el bosquejo de categorías políticas a la altura de un modo de producción que posee su centro en la facultad del lenguaje. El lenguaje como actividad sin obra y sin guión, como acto virtuoso de un artista hablante, nos empuja a la vera de una capacidad aún indeterminada pero específica de la naturaleza humana: aquella que confirma la convivencia entre animal con lenguaje y animal político.
A partir de allí los conceptos emergen con sorprendente creatividad. De un lado, la noción religiosa de revelación habita un pensamiento en clave materialista...
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